
Por culpa de nadie habrá llorado esta piedra.
Habrá dormido en lo aciago de su madre esta piedra precipicia por unimiento cerebral al ritmo de donde vino llameada y apagada, habrá visto lo no visto con los otros ojos de la música, y así, con mansedumbre, acostándose en la fragilidad de lo informe, seca la opaca, habráse anoche sin ruido de albatros contra la cerrazón ido.
Vacilando no habrá por esta decisión de la imperfección de su figura que por oscura no vió nunca nadie porque nadie las ve nunca a esas piedras que son de nadie en la excrecencia de una opacidad que más bien las enfría ahí al tcto como nubes neutras, amorfas, sin lo airoso del mármol ni lo lujoso de la turquesa, ¡tan ambiguas si se quiere pero por eso mismo tan próximas!
No, vacilado no; habrá salido por demás intacta con su traza ferruginosa y celestial, le habrá a lo sumo dicho al árbol: -Adiós árbol que me diste sombra; al río: -Adiós río que hablaste por mí; lluvia, adiós, que me mojaste. Adiós, mariposa blanca.
Por culpa de nadie habrá llorado esta piedra.
"Río turbio" de Gonzalo Rojas (1917)
No hay comentarios:
Publicar un comentario