
En tierras blancas de sed
partidas de abrasamiento,
los Cristos llamados cactus
vigilan desde lo eterno.
Soledades, soledades,
desatados peladeros.
La tierra crispada y seca
se aparea con sus muertos,
y el espino y el espino
braceando su desespero,
y el chañar cociendo el fruto
al sol que se lo arde entero.
Y en el altozano y en
las quebradas, como aperos
tirados como tendal,
tumbados de buhoneros,
aldeas y caseríos
aldeas y caseríos
llenos de roña y misterio.
Gabriela Mistral
Un precioso poema de una gran escritora. Estuve en Chile hace muchos años y siempre he tenido cariño por esa tierra. No me extraña que te encuentres a gusto en ella. Un saludo.
ResponderEliminarUna de mis abuelas recitaba a Gabriela Mistral con gran facilidad, después de vivir 35 años en Valparíso. Tu blog me trae grandes recuerdos de nuestro amor a Chile. Gracias, Alfonsina.
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